El término región nació en Europa, durante el siglo XVIII, en sustitución al de provincia por su dimensión cultural y su reacción frente a la acción homogenizadora y normativa del estado moderno, en la medida en que éste comenzó a interferir ya no sólo en la esfera jurídica, sino también en la vida cotidiana, económica y social, dando lugar a una noción de autonomía basada en la necesidad de soberanía parcial o total, dotada, a su vez, de competencias reservadas y capacidad reglamentaria propias. Esto originó la problemática de las identidades regionales, y con ella la urgencia del uso de los términos región y regionalismo, que pasaron a designar las manifestaciones públicas de los particularismos locales con origen histórico en los estados modernos europeos. (Poche, 1985: 225-238)
La región puede ser considerada como una porción de territorio determinada por caracteres étnicos o circunstancias especiales de clima, producción, topografía, gobierno, administración aportándole a estos rasgos particulares. La región puede estar presente en cada una de las divisiones territoriales de una nación, definida por sus características geográficas e histórico-sociales, y que puede dividirse a su vez en provincias, departamentos, etc.
Hernán Venegas, define la región como el ente histórico-cultural asentado en una determinada comarca geográfica, cuya jerarquía como tal surge del propio desarrollo y explotación de sus potencialidades y que se manifiesta en la posterior consolidación de intereses clasistas definidos, o de otro tipo que, sin ser excluyentes de los intereses clasistas definidos, marcan con sello propio la vida regional. Este, a su vez, enriquece con sus peculiaridades y contribuye a las regularidades que forman el corpus nacional. (Venegas, 1994: 17)
La región está determinada a su vez por la formación histórica, la económica y la geográfica que mantienen la complejidad del sistema dialéctico regional y donde convergen los procesos migratorios (Hernández, 2005: 2). Téngase en cuenta que la región es el resultado de la acción transformadora del hombre sobre un medio geográfico particular durante un tiempo determinado o un fenómeno en sí mismo y su estructura es el resultado de un proceso histórico de conformación o regionalización, y por su propia naturaleza está en constante transformación y cambio. (Vizcaíno, 1998: 32)
Hernández asume que la región es cambiante, desde el espacio sociocultural, por las relaciones internas como externas, en la comunidad así como en el individuo. Por lo que la región sociocultural se modifica, se adapta y se enriquece. (Hernández, 2005: 4)
El proceso de formación de la región es complejo e involucra a varios factores del proceso histórico relacionados con la evolución económica, política y sociocultural de un territorio determinado. Estos impactos pueden compararse con la regionalización, entendida como aquel “proceso de carácter histórico espacial y geográfico (ubicación física en donde ocurren los fenómenos sociales) el orden en donde la región se asienta, entendida esta como un producto histórico requiere de una lógica de ordenamiento y de estudios sistemáticos de su gestación, desarrollo y futuro posible.” (Rivera, 2003: 15)
El resultado del proceso de regionalización es el origen de la demarcación territorial, que a su vez determina la llamada territorialidad. Regionalización y territorialidad han sido dos conceptos usualmente confundidos en el tratamiento del tema regional, cuando en realidad la segunda se refiere al “espacio que se construye de acuerdo con el objeto de estudio”. O sea, que, en tanto la primera responde a un proceso objetivo, la segunda es el resultado concreto de a las necesidades de interpretación y estudio del fenómeno confortativo. (Miño, 2002: 23)
Eric Van Young define a la región como “una hipótesis por demostrar”, lo cual constituye un reto metodológico que hace imprescindible reconocer a la regionalidad como concepto preexistente, puede definirse como la "cualidad de ser de una región", o sea, aquellas “propiedades y circunstancias socioeconómicas e histórico-culturales que distinguen a un espacio concreto y que pueden ser comparadas en tanto que variables.” (Van Young, 1992: 23)
En el estudio acerca de la región se destaca también Grégoire Métral quien contribuye a la combinación de homogeneidad y diversidad en los asentamientos humanos, explicando un concepto de mayor envergadura como lo es el de sistema territorial, visto como el “conjunto de los territorios de un espacio” que, en cada caso, corresponden a un territorio vivido por el grupo social que lo habita (territorializa), siendo la territorialidad, luego, aquel “conjunto de relaciones que una población mantiene en un territorio percibido como suyo y con las dinámicas provenientes del exterior.” (Métral, 1994: 27-30)
Estos elementos desempeñan un papel fundamental a la hora de definir y explicar los orígenes y desarrollo de la región, cuya configuración se complejiza aún más desde finales del siglo XIX con las nuevas características que imprime a la evolución de la humanidad el ascenso y desarrollo de la revolución industrial y el capitalismo.
La región no es un fenómeno propio de la modernidad, desde la propia antigüedad se dieron las condiciones necesarias para su aparición, tan pronto tuvieron lugar las primeras demarcaciones espaciales voluntariamente determinadas y asimiladas.
En América Latina, una excelente discusión de la evolución de la idea y el concepto de región ha sido presentada por Hiernaux, quien, escapando a las tesis tradicionales de la geografía tradicional, sostiene a la región como “una articulación coherente de articulaciones sistémicas entre diversos grupos y cosmovisiones espacio-temporales.”, apuntando directamente a la idea del connotado Benedict Anderson acerca de que la región es imaginada, en tanto sus miembros jamás conocerán a todos sus connacionales (conregionales), ni oirán siquiera hablar de muchos de ellos; pero aún así, mentalmente, en cada uno es vívida la imagen de su comunión. (Bossier, 1996: 14)
Tales definiciones, al tiempo que han contribuido a determinar el sistema conceptual de partida, han permitido a los especialistas incursionar cada vez con más fuerza en la historia regional y local, cuyas definiciones contemporáneos en sí varían de acuerdo a la incorporación de nuevos términos en los estudios históricos y a las diferentes corrientes de pensamiento que abordan el fenómeno. No obstante, aún pueden hallarse múltiples dificultades a la hora de definir un concepto único, sobre todo por la falta de integración de los elementos que superan el orden geopolítico. Como ha afirmado recientemente el destacado investigador Arturo Taracena, “es muy común observar que la noción de región en los estudios historiográficos ha estado reducida a las entidades administrativas o a los espacios geográficos, lo que no garantiza un estudio englobante de las complicadas relaciones entre actores, intereses y procesos en el espacio regional, ni las de éstas con realidades mayores, como el estado y la nación.” (Taracena, 1999: 26)
Dentro del contexto latinoamericano, la problemática conceptual en torno al fenómeno de la región se ha visto particularmente marcada por los múltiples aspectos que desde varias disciplinas y especialidades se han manejado con respecto a su naturaleza y demarcación. Ello ha promovido, entre los teóricos del tema, la búsqueda de definiciones más específicas, hallándose por momentos un consenso más o menos claro en tono a la región histórica, interpretada especialmente como el “espacio geográfico social en el cual la ciudad actúa como centro jerarquizante y en el que confluyen de manera coherente características económicas, sociales, políticas, culturales e ideológicas, cuya interacción en el tiempo largo produce una identidad que perdura en su trayectoria y que se modifica dentro de su propia dinámica, sin que por ello deje de pertenecer y estar influido por el espacio exterior del que forma parte”(García, 2000: 2).
Según Hernández existe diversos enfoques respecto a la región, entre ellas se destacan:
La región geográfica, que hace referencia al territorio o área delimitada a partir de criterios estrictamente naturales que pueden representarse en una visión planisférica a través de puntos referenciales desde la geografía física y política.
La región económica donde: “las fuerzas productivas y las relaciones de producción se encuentran en función del resultado de un producto común al territorio que tributa al estado desde los marcos meramente regionales, contribuyendo en tradición e identidad regional dentro del proceso de producción a lo largo de la historia de dicho territorio”.
La región natural, determinada exclusivamente por el medio geográfico y sus potencialidades físicas, que en cambio sirve de referencia al resto de las concepciones espaciales.
La región étnica, que implica concretamente al “espacio donde una o varias etnias pueden interactuar sin que necesariamente haya de producirse un conflicto, y que pueden encontrarse allí donde los grupos raciales se han sincretizado, o donde existe cierto nivel de tolerancia en unos y otros al punto de la colisión”.
La región político-administrativa, por su parte, puede definirse como aquella “en la cual el estado, a partir de los resultados del proceso histórico-político, ha establecido los órganos del gobierno, delimitando desde el poder central las marcas geográficas convenientes para la efectividad administrativa del área”.
Vale aclarar que, a juicio del citado autor, esta división estatal forzosa casi nunca se aviene con los intereses de las comunidades regionales, las cuales, si bien se pueden subdividir, establecen vínculos económicos y sociales que superan la demarcación impuesta. (Hernández, 2004: 3-15)
Las clasificaciones de las regiones brindadas por Hernández Sánchez dan una visión sinóptica de las particularidades tipológicas del concepto objeto, desde el punto de vista endogénico.
A diferencia de lo que en ocasiones se piensa, los criterios que determinan la existencia de una región histórica, pues no implican que cada uno de los elementos anteriores pueda darse de modo proporcional, sino que bajo uno de dichos criterios se define la región y las intemperancias del resto se convierten entonces en contradicciones latentes que, de una parte, dan lugar al crisol específico (identitario) de cada región, y de otra constituyen una diversidad interna llamada a confluir definitivamente o a generar conflictos que no se desentienden en lo absoluto de los que vive el resto de las regiones colindantes. En el caso de Latinoamérica, este suceso resulta palpable en tanto que las divisiones geopolíticas conviven desde los tiempos coloniales bajo criterios político-administrativos impuestos, lo cual representa un punto de conflicto y a la vez una fortaleza cultural identitaria. (Hernández, 2004: 10)
Como resultado, la contradicción que se aborda determina el planteamiento del espacio regional y sus factores de conformación tomando como punto de partida el análisis de la región social, entendida ésta como “el conjunto de comunidades que habitan en determinado territorio, cuya particularidad radica precisamente en la confluencia de relaciones sociales comunes resultantes de las condiciones naturales y económicas subyacentes en sus límites geográficos”. Dichas condiciones promueven el desarrollo sociocultural basándose en tradiciones o costumbres, comunidad de cultura y afectaciones externas que marquen la plataforma comunitaria existente. (Hernández, 2004: 10-11)
La región económica tiene un destacado e importante papel en el desempeño y subsistencia de la región geográfica, en la cual está implícita procesos históricos de la formación de las colonias y posteriormente naciones del Caribe. Sus relaciones de producción, condiciones naturales del medio geográfico en las cuales se desarrollan y las fronteras político administrativas establecidas, son peculiaridades que presenta la región económica del caribe insular.
La región geográfica, según José Luis Sánchez Hernández, se concibe como algo continuo o extenso, dotado de corporeidad superficial y se viene enriqueciendo con una nueva visión reticular del espacio socioeconómico. Éste se entiende ahora como un conjunto de territorios trabados y conectados entre sí, tanto vertical como horizontalmente, tanto interna como externamente, por redes de flujos materiales e inmateriales que tejen la urdimbre del capitalismo global construido a partir de las singularidades locales. (Boletín de la A.G.E, 2001: 96)
Sobre la base de sus diferencias se plantea la cuestión de la formación de la nacionalidad caribeña anglófona, francófona, holandesa e hispana. Todas tienen sus particularidades, sus diferencias sus cuestiones especificas que atender y reflejar. La formación de la nación y nacionalidad en la región histórica del Caribe, se presenta a partir de la conformación de la nación y la nacionalidad europea con una fuerte presencia y participación del capital en su establecimiento. El capitalismo condicionó la creación de las naciones modernas a partir de la defensa de los limites de las naciones y las colonias, ajustados a la organización de los sistemas imperiales europeos. La descolonización de mediados del siglo XX consolida las divisiones y líneas imaginarias bajo el principio de la inviolabilidad de las fronteras heredadas que están amparadas en la práctica del uti possidetis o de convalidación de las realidades limítrofes y fronterizas (Venegas, 2001: 10).
Las fronteras que sustentan a las naciones caribeñas son heredadas en la práctica del sistema colonial europeo en las antillas. No han sufrido cambios desde fines del siglo XIX hasta la actualidad. El proceso de establecimiento de las fronteras y límites de las naciones de Europa fue trasladado al sistema colonial.
Los límites establecidos por el sistema mundo capitalista son organizados a nivel transnacional a través del eje de la división internacional del trabajo entre centros, periferias y semi periferias. Esta división del trabajo implica diferentes formas de estructuras políticas: las formas de trabajo “históricamente” libre en los pueblos y las formas de trabajo coercitivo en las periferias. El sistema mundo capitalista ha dependido históricamente de la fuerza de trabajo barata de la periferia.
Desde el entorno general de América Latina, se hace evidente que la complejidad del crisol regional y las características disímiles de sus pobladores en los diferentes contextos hacen de las llamadas contingencias gellnerianas procesos sociales autónomos, cuya identificación factible requiere de construcciones metodológicas capaces de ofrecer resultados propios desde análisis histórico-regionales dirigidos hacia y desde la historia nacional. Es necesario tomar en cuenta, además de los presupuestos clásicos, las condiciones físico-geográficas, los niveles de producción e industrialización en comparación con el valor potencial de los recursos, los niveles de tributación productiva, el estatus y la delimitación político-administrativa, las relaciones y jerarquías socioeconómicas, la distribución demográfica y genérica, la existencia de lenguas o dialectos vernáculos y su producto oral y escrito, los factores religioso-costumbristas, entre otros elementos.
Para el caso específico de América Latina, conviene tomar en cuenta dos elementos de singular importancia a la hora de interpretar este concepto: Primero, el peso que tienen las regiones en la conformación nacional, según Hernán Venegas, pese a todas sus limitaciones la historia de América Latina es la de sus regiones. Segundo, el papel que en dicha conformación ha jugado el carácter anómalo del desarrollo regional, el cual incluso ha hecho pensar a múltiples especialistas en el llamado concepto de región deprimida, vista como aquella de “muy débil o nula incorporación a la especialización nacional o internacional del trabajo” (Segenovich-Súarez, 1989:114).
Sin embargo, a pesar de todos los elementos anteriores y dado que el término original (región) es de origen europeo y tomando en cuenta que no en todos los casos su concepción resulta aplicable en Latinoamérica, es importante definir de antemano la región histórica, determinándola como el espacio histórico-social, asentado en una determinada región geográfica, cuya configuración surge del propio desarrollo de sus potencialidades físicas en relación directa con una evolución económica, política y sociocultural específica, manifestándose en la posterior consolidación de intereses clasistas definidos o de otro tipo que –sin ser excluyentes de los intereses nacionales– marcan con un sello propio la vida regional y enriquecen el corpus nacional.
El autor asume la definición de región histórica de Hernández Sánchez quien plantea que: ¨ las regiones históricas son un ente que pervive en un pasado socio-histórico, económico y cultural y que se proyectan hacia un presente donde el desplazamiento de la población rural a las grandes urbes, los procesos migratorios dentro de los marcos de lo nacional, los cambios en las estructuras político-administrativas provinciales, amén de las interacciones propias del proceso de globalización cultural y el predominio de lo local dentro de lo regional contribuyan a su definición¨. (Hernández, 2004: 9)
Como puede apreciarse, este concepto admita las migraciones y los cambios de estructura político-administrativa, siempre que alcancen los marcos nacionales, lo cual supone, obviamente, la existencia de una autonomía política mínima bajo condición estatal para sus componentes. Entiéndase, luego, que la región histórica puede estar conformada por territorios disímiles que cumplan las condiciones establecidas y cuenten con la divisa autonómica mínima. Ello permite discriminar dentro de la concepción de la región histórica (a diferencia de la geográfica) a aquellos espacios que no cuenten con autonomía estatal.
En la región del Caribe Independiente No Hispano se establece de modo específico un proceso de formación que se deriva del origen africano, europeo, asiático interactuante en común ocupando una región geográfica determinada, dentro de la cual perviven formas de asociaciones más o menos dependientes, pero con existencia estatal propia.
El Caribe Independiente No Hispano son aquellas islas o conjuntos de islas ubicadas en la Cuenca del Caribe. Poseen status de nación con identidad propia. Cuentan con un nivel mínimo de independencia y/o determinación política en la actualidad. Con la independencia de estas naciones y la aparición de sus Constituciones dejan claro su dependencia en las cuestiones políticas exteriores y de defensa a la monarquía de sus exmetropolis. Estas naciones poseen limitada libertad política pero total libertad económica y poseen representación propia en los organismos internacionales.
El desarrollo témporo-espacial, las particularidades que va adoptando como región y al proceso formativo del cual se derivan en los años que transcurren desde 1492 hasta los primeros años de la segunda mitad del pasado siglo XX; se desarrollará en la región histórica del Caribe Independiente No Hispano,así como en otras subregiones del Caribe las regiones caribeñas que en la actualidad son una sola: la region histórica del Caribe Insular.
FUENTE: SOCIOLOGIA DE LA POBLACION. Autor: John R. Weeks
Editorial: Alianza. Año: 2002
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