1-Leer el texto.
2-Extraer conclusiones.
3A partir de la presente etapa de fragmentación social iniciada desde la dictadura militar (1976 hasta la actualidad) la Argentina, salvo coyunturas particulares, ha disminuido su capacidad de atraer población y sufre en forma creciente el éxodo de su propia población hacia destinos como Norte-América, Europa, Australia e inclusive, países limítrofes como Brasil.
4Por otra parte las migraciones internas en la Argentina son de magnitud considerable. La importancia de estos movimientos fue creciente hasta 1960-1970 para luego descender. Se calcula que desde 1895 cambiaron de provincia unos 7 millones de personas, y estas migraciones tuvieron efectos tanto en las áreas emisoras como en las receptoras.
5Evidentemente todos estos procesos migratorios están asociados no solamente con factores económicos, sino también con otros más complejos, vinculados con expectativas de mejor calidad de vida. También resulta importante recordar que la dinámica migratoria no es un mero “efecto”, sino que también genera nuevos resultados (que se retroalimentan) tanto en las áreas receptoras como en las emisoras. En un trabajo anterior (Liberali, Morina y Velázquez, 1989) señalamos algunos de estos procesos.
6En el caso de las áreas se pueden señalar resultados positivos y negativos:
Mayor dinamismo del mercado de trabajo, aunque con mayor rigidez en las relaciones laborales.
Problemas de vivienda y medio ambiente, necesidad de incremento de servicios sanitarios y educativos.
Desarraigo, pérdida de relaciones personales, incremento de las conductas delictivas.
7En las áreas emisoras los efectos son, en general, negativos; entre ellos:
Incremento del índice de dependencia (disminución de la población activa).
Desvalorización de propiedades, acompañada de un proceso de mayor concentración.
Sub-utilización de recursos (viñedos abandonados, escuelas con capacidad ociosa, estaciones de ferrocarril desmanteladas, etc).
Migraciones internas en el marco de la diferenciacion regional argentina
8Como ya señalamos, la actual configuración espacial de la Argentina está relacionada con una serie de procesos que han tenido lugar a través de sus diferentes etapas de “desarrollo”.
9Desde antes de la etapa agroexportadora se fue produciendo un creciente languidecimiento de la economía del Noroeste Argentino (NOA), antes dinámica merced a su vinculación con Potosí, y un paulatino ascenso del Litoral respecto del interior del país.
10Durante la etapa agroexportadora, el proceso de concentración de inversiones y de población en la región pampeana, continuó incrementando la clara diferenciación entre ésta y el resto del país. Este resto, genéricamente denominado “economías regionales”, también fue afectado en forma diferencial por el proceso agroexportador. Así hubo economías que lograron una mejor inserción relativa (azucarera en Tucumán y vitivinícola en Mendoza), y otras cuya participación habría de ser más marginal y tardía.
11De este modo, una vez agotada la etapa agroexportadora, el proceso de sustitución de importaciones habría de continuar con el esquema de concentración demográfica en la región pampeana, aunque incorporando tardíamente a las restantes economías regionales sobre la base de un mercado interno en expansión.
12Durante todo este lapso los procesos migratorios internos fueron muy importantes. Lattes (1975) muestra que hasta 1914 predominaron las corrientes migratorias entre provincias contiguas; entre 1914 y 1947 se dio un período de transición; y en el lapso comprendido entre los censos de 1947 y 1970 la mayoría de los flujos migratorios tuvo como lugar de destino al Area Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), cualquiera sea la distancia del lugar de origen. Hacia fines de la década de 1970 y, especialmente durante las siguientes se produjo una disminución de las migraciones internas, y un significativo cambio de tendencia en los movimientos, que pasaron a dirigirse preferentemente hacia las ciudades medias.
13Lattes y Sana (1992) estiman que la redistribución por migraciones interprovinciales fue de 1.108.000 personas entre 1960-1970, 639.000 entre 1970-1980 y de 441.000 entre 1980-1991 y sacaban también un peso creciente de la población femenina en estos movimientos. Así la tasa migratoria de las mujeres superó a la de los varones en 2 provincias en 1960-1970, en 4 en 1970-1980 y en 9 en 1980-1991. Por otra parte las migraciones internas tradicionalmente se han producido en etapas: de la zona rural a pequeños centros urbanos; luego a centros mayores, provinciales o regionales; siendo la última etapa la de las grandes ciudades en el nivel nacional. Desde fines de la década de 1970 esta última etapa se fue diluyendo, engrosándose las áreas periféricas de los centros intermedios. Este fenómeno de concentración provincial resulta evidente en el censo de 1980: el 79,4% de los catamarqueños se trasladó entre 1975-1980 a la capital provincial; lo mismo ocurrió en las provincias de La Rioja (73,9%) y San Juan (80,6%), entre otras (Liberali, Morina y Velázquez, 1989). Casualmente, en todos los casos se trata de jurisdicciones favorecidas por los Regímenes de Promoción Industrial, implementados a partir de 1978, y aún hoy vigentes.
14Según Cacopardo (1978) en términos generales, los saldos migratorios presentan una estructura concentrada en las edades económicamente activas más jóvenes, entre los 20 y 39 años. En el Gran Buenos Aires (GBA), Gran Córdoba y Gran Mendoza alrededor del 35% de los saldos se encuentran entre los 20 y 29 años.
15En cuanto a las causas de la emigración, indicadores de ocupación, estratificación y condiciones de vida aparecen como determinantes del fenómeno; entre 1947 y 1960 se destaca la importancia de los indicadores de empleo, mientras que a partir de la década de 1960 parecen adquirir mayor significación en este tipo de procesos migratorios, aspectos vinculados con la calidad de vida.
1 El Producto Bruto Geográfico per cápita (PBG) toma en cuenta los bienes producidos y servicios prest(...)
16De acuerdo con estos condicionamientos cabe preguntarse si estos movimientos de población entre jurisdicciones provinciales revisten algún efecto sobre el nivel de desigualdades regionales en la Argentina. Con el objeto de definir la magnitud de la diferenciación regional en la Argentina, a los efectos de una mayor comparabilidad se consideró el Producto Bruto Geográfico (PBG) per cápital1, lo que restringe el período a analizar al comprendido entre 1960-1991, pues los estudios de contabilidad social regional son relativamente recientes y la primera estimación de PBG, desagregado en el nivel provincial, data de 1953 (Argentina. CFI-Instituto Torcuato Di Tella, 1962).
17Para observar las relaciones entre ambos fenómenos se consideraron los datos de PBG per cápita -que se han hecho coincidir, en la medida de lo posible, con los censos de población respectivos- y los saldos migratorios intercensales en los períodos 60/70, 70/80 y 80/91, en ambos casos desagregados según provincias, en 1960-1970-1980 y 1991.
Cuadro 1. Argentina. Producto Bruto Geográfico per cápita por jurisdicciones años seleccionados (promedio nacional=100)
Fuente: elaboración personal sobre la base de: para 1959 Argentina. CFI-Instituto Torcuato Di Tella, 1962; para 1970 y 1980 Argentina. CFI, 1983; para 1991 Argentina. SAREP, 1994 y 1995.
Cuadro 2.Argentina. Tasa de crecimiento migratorio medio anual intercensal por jurisdicciones 1960-1991 (por mil habitantes).
Fuente: elaboración personal sobre la base de: para 1960-1970 y 1970-1980 Argentina. INDEC 1981, 1984 y 1989; para 1980-1991 Argentina. CFI, 1991.
18De la comparación de las cifras de los cuadros 1 y 2, surge que existe una asociación entre las jurisdicciones que absorben población y aquellas que tienden a mejorar su situación relativa, especialmente a partir de 1970. Esto debe vincularse con el carácter necesariamente selectivo de los procesos migratorios que se convierten en una suerte de “economía externa” para estos centros de recepción localizados básicamente en las regiones pampeana y patagónica.
19No resulta tan evidente, sin embargo, el resultado de la emisión de población, ya que durante los diferentes intervalos del período considerado, las provincias expulsoras en algunos casos mejoraron su situación relativa, yen otros, la empeoraron.
2 La segmentación política (y estadística) del Gran Buenos Aires entre Capital y Partidos del Conurban(...)
20Si consideramos el PBG de 1991 en relación con el crecimiento migratorio medio de todo el período 1960-1991 podemos concluir que, con excepción de San Luis, que cambió bruscamente su comportamiento migratorio después de 1980, todas las provincias que expulsaron población durante las tres décadas, habrían de quedar mal ubicadas con respecto al promedio nacional de PBG y que, por el contrario, todas las jurisdicciones que recibieron población quedaron situadas claramente por encima del promedio nacional. Los saldos migratorios negativos de la Capital son en realidad positivos contabilizando al GBA y el PBG de la provincia de Buenos Aires sería mayor si lo englobáramos en el de la Capital.2
21El grupo de provincias expulsoras-pobres está comprendido por las del NOA y NEA y, en menor medida, por las de Cuyo. El conjunto de las receptoras-ricas abarca a las de las regiones pampeana y patagónica. En este último caso se debe hacer la salvedad de que por su estructura económica, muchas de las actividades pueden considerarse como enclaves, es decir que un incremento del PBG no supone necesariamente un aumento del ingreso promedio de sus habitantes.
22Es decir que existe una circularidad entre la dinámica migratoria de las jurisdicciones y su situación relativa. Esta circularidad se aleja más de los planteos neoclásicos -por medio de los cuales la libre movilidad de factores o, en otros términos, la fuerza del “mercado”, igualaría las diferencias regionales- que de otras posturas alternativas, basadas en las relaciones económico-sociales vigentes a escala del sistema nacional y en la selectividad de los movimientos de la población. Si bien la corriente migratoria se comporta en el sentido esperado por los neoclásicos, su resultado no es “igualador” de las diferencias regionales; la expulsión de población, más que corregir una situación de desigualdad, la denuncia.
Dinámica migratoria externa
23Especialmente durante la etapa agroexportadora la Argentina fue uno de los principales puntos de atracción para los inmigrantes europeos. Las oportunidades que ofrecía para la castigada Europa de ese entonces eran muy grandes. Nuestro país, era un territorio con escasa población y en pleno proceso de expansión económica. En términos absolutos, la Argentina fue el segundo destino después de EEUU y en términos relativos, fue el país más receptor. Esto queda reflejado en el Tercer Censo Nacional (1914) cuando un tercio de la población era extranjera, mientras que en los estratos de edad activa, la proporción de extranjeros superaba a la de nativos. La radicación de extranjeros fue mucho más notoria en los grandes centros urbanos y en la región pampeana, constituyéndose junto con las inversiones y la localización de la infraestructura en una de las razones para la hegemonía de la citada región. Incluso el nivel de cualificación de los migrantes se diferenciaba regionalmente: los campesinos provenientes de Europa del sur y del este, con bajo grado de educación formal, se insertaron en las actividades rurales del interior del país, mientras que la fuerza de trabajo originaria de países que ya habían realizado su revolución industrial, -la cual contaba con un considerable acervo de experiencia manufacturera y un saber productivo incorporado y acumulado, amén de una mayor escolaridad formal-, se insertó sin dificultades en el incipiente mercado de trabajo de los principales centros urbanos del territorio nacional (Neffa, 1998).
24La sustitución de importaciones implicó una economía más autárquica y diversificada, que si bien continuaba ofreciendo oportunidades, coexistía con la Europa de postguerra y el Plan Marshall, dinamizando la economía del viejo continente en algunas regiones y sectores, y reorientando los movimientos migratorios europeos. Así, entre otros, los “gallegos” y los “tano” reemplazarían en sus preferencias a la Argentina y otros países Americanos por destinos europeos más cercanos.
25El arribo a nuestro país de inmigrantes limítrofes fue siempre más constante, y comenzó a ser más notorio a partir de la disminución y, posteriormente, el virtual cese de la llegada de europeos durante la década del cincuenta.Si bien el saldo migratorio absoluto acumulado entre el crack bursátil de 1929 y los primeros años de la “posguerra” superó ampliamente las 80.000 personas, el saldo migratorio de pasajeros de ultramar resultó ampliamente deficitario durante gran parte de la década del cuarenta; hacia el final de dicho decenio la tendencia pareció revertirse, pero sólo por un corto lapso de tiempo: mientras que en 1949 ingresaron al país 63.389 migrantes no limítrofes, en 1954 sólo lo hicieron 3.332, cifras que implican una tasa decreciente situada en el orden del –38% anual. Así, la mayor evidencia empírica del proceso de cambio es brindada por la drástica reducción de los contingentes migratorios provenientes de ultramar. Los inmigrantes limítrofes tuvieron mayor peso en las llamadas “economías regionales”, por los que resultaba habitual la presencia de chilenos en la Patagonia, bolivianos en el NOA o paraguayos en el NEA. Estas economías regionales, altamente utilizadoras de mano de obra no calificada, crecieron al impulso del desarrollo del mercado interno, que tuvo durante este lapso una coyuntura favorable en el marco de un proceso de alta participación de los asalariados en el ingreso nacional.
26A partir de los años sesenta y setenta el peso de los limítrofes fue aumentando y, del mismo modo que los nativos del NOA y NEA, con la agudización de las crisis regionales, incrementaron su desplazamiento, en una primera etapa, hacia las grandes ciudades, fundamentalmente Gran Buenos Aires, Rosario y Córdoba. Durante estas décadas el mercado de trabajo de los grandes centros urbanos se mostró más dinámico, no sólo por el mantenimiento de la estructura productiva, sino por la expansión de los servicios. La radicación de nativos del NOA y NEA y de extranjeros limítrofes en las ciudades contribuyó al crecimiento de la periferia urbana, particularmente de las llamadas “villas miseria”.
27Hacia fines de los setenta y principios de los ochenta, con el agotamiento de la sustitución de importaciones y el creciente desmantelamiento del aparato productivo se desata una crisis económica que afectó en mayor medida a las grandes ciudades. Por esta razón estos flujos migratorios internos y limítrofes cambian su orientación hacia ciudades medias. El tradicional modelo de “migración por etapas” se interrumpe antes del último eslabón, también existen procesos de retorno, trasladándose así el incremento de las periferias e, incluso de la marginalidad, hacia las ciudades intermedias.
28Todos estos movimientos de población se vinculan con factores estructurales y coyunturales. El signo más característico de la crisis propia de la actual etapa de fragmentación social es el fenómeno de expulsión de argentinos hacia regiones y países que parecen ofrecer mejores alternativas, principalmente Norteamérica, Europa, Australia e, inclusive, países limítrofes como Brasil.
29Como esta fragmentación social no es un fenómeno exclusivo de la Argentina, también se vivió con diferentes peculiaridades en toda la región. Es por eso, que tanto por razones estructurales como coyunturales, continuó la recepción de inmigrantes de países limítrofes, principalmente: Bolivia, Perú y Paraguay.
30Con respecto a la expulsión de argentinos el Censo Nacional de noviembre de 2001 aportó una verdadera sorpresa. Contradiciendo las expectativas de una Argentina con 38 o 39 millones de habitantes, las cifras preliminares (sujetas a cierto subregistro) superaron apenas los 36 millones.
31Si bien durante la década del noventa continuó el proceso de transición demográfica con la subsiguiente reducción de la fecundidad, la responsabilidad de la dinámica migratoria externa (expulsión de argentinos) tuvo que ser significativa para la explicación de este escaso incremento de población durante el último período intercensal (1991-2001). Se parte de la población censal de 1991 y se añade el crecimiento vegetativo registrado entre mayo de 1991 y noviembre de 2001, se puede despejar de la ecuación demográfica básica el saldo migratorio.
32Entre 1991 y 2001 el saldo migratorio (diferencia entre ingresos y egresos de población) fue negativo. Al hablar de saldo se asume que la expulsión de argentinos fue superior a las 870.468 personas ya que durante este lapso también hubo recepción de inmigrantes, básicamente limítrofes. Aparece así una flagrante contradicción: mientras que las reformas estructurales de los noventa fomentaron la creación de una superpoblación relativa de fuerza de trabajo, promoviendo el ingreso al territorio nacional de mano de obra migrante y estableciendo una discriminación salarial contra ella, el desempleo estructural, la precarización del mercado de trabajo y la caída de los salarios reales -en suma, la falta de oportunidades para la mayor parte de la población- se configuraron en los detonantes por excelencia del proceso de sangría demográfica hacia los países industrializados. Por otra parte, el denominado brain-drain no ha resultado ajeno al proceso general de expulsión demográfica, pues estimaciones recientes han dado cuenta que la Argentina es el país latinoamericano más afectado por la radicación definitiva de científicos en el exterior, seguido a una considerable distancia por México.
33Entre las razones estructurales se debe señalar que durante los noventa persistía aún una diferencia de desarrollo relativo entre Argentina y Bolivia, Paraguay o Perú, principales centros de expulsión de población. La principal razón coyuntural que incrementó este proceso durante esta década fue la vigencia del plan de Convertibilidad que implicó la apreciación del signo monetario argentino. En este contexto la posibilidad de remisión de “Argen-dólares” al exterior se constituyó en un fuerte incentivo coyuntural para muchos inmigrantes limítrofes.
34El fantasma de la expulsión de población joven, con cierto nivel de instrucción y desilusionada con la falta de horizontes que ofrece la Argentina resultan cruelmente visible en nuestra realidad cotidiana. Internamente se observa que las aglomeraciones de público se multiplican en los consulados; mientras que desde el exterior las señales también resultan claras, aumentando las restricciones a la recepción de población argentina.
35Tras una efímera primavera, vinculada con las “relaciones carnales” de Menem con EEUU, con la crisis desatada a partir de la devaluación del signo monetario argentino en enero de 2001 se volvió a establecer la necesidad de contar con visado para viajar al país del norte. En el caso europeo, la tradicional estigmatización hacia los “sudacas” se ha hecho extensiva también hacia los argentinos. Esto nos priva del status “ligeramente superior” que pudo haber gozado un argentino por sobre nuestros “pobres” vecinos latinoamericanos hasta la década del noventa.
36En los eventos deportivos, programas radiales y televisivos y otras manifestaciones que llegan desde el exterior, la presencia de argentinos es un hecho cotidiano y creciente. Parte de esta sangría se vincula con la persecución política desatada durante la Revolución Argentina (1966-1973) y, sobre todo, a partir del Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983) pero desde entonces, a pesar de la democracia formal, han persistido sucesivos planes de ajuste instaurados por sectores minoritarios. Esto, además de implicar una creciente fragmentación de la Argentina, trae consigo la expulsión de población.
37Resulta difícil estimar cifras aproximadas de la acumulación de esta verdadera sangría demográfica. En general los censos de los principales países receptores de argentinos no brindan cifras desagregadas por nacionalidad y, a pesar de las recomendaciones de los organismos internacionales, no son sincrónicos. Por otro lado los registros de entradas y salidas (único indicio estadístico “oficial” de este fenómeno) adolecen de serias deficiencias de subregistro, particularmente para ciertos períodos, llegando al extremo de carecerse por completo de información del quinquenio 1977-1981 (Velázquez, 1986).
38Otra cuestión que produce confusión es que, en muchos casos, cuando se hace referencia al fenómeno, se habla de “argentinos en el exterior” refiriéndose no sólo a los emigrados, sino a la colonia de argentinos, es decir incluyendo a sus familiares (cónyuges e hijos nacidos en el extranjero). Obviamente la colonia de argentinos es mayor que los argentinos emigrados, ya que, por tratarse de un proceso relativamente reciente que involucra población relativamente joven, la mortalidad de los argentinos emigrados es menos significativa que su descendencia.
39Con respecto a la recepción de inmigrantes limítrofes, según muestra Benencia (1997) estos inmigrantes han sido fruto de un proceso más espontáneo, pero más constante a lo largo del tiempo. Tradicionalmente el proceso obedeció a diferencias estructurales de desarrollo entre los respectivos países. Desde el Primer Censo Nacional (1869) hasta el de 1991 su proporción osciló siempre entre un 2 y 3% de la población total. Sin embargo estos extranjeros comienzan a ser más visibles a partir de la década del sesenta cuando, por el envejecimiento y el virtual cese de arribos, comienza a disminuir drásticamente la población europea.Históricamente los inmigrantes limítrofes están asociados con la provisión de mano de obra para el trabajo agrícola:
Paraguayos con las cosechas de algodón y yerba mate en el Nordeste Argentino.
Bolivianos con el tabaco rubio en Salta y Jujuy, con la caña de azúcar en las mismas provincias y Tucumán, con la horticultura en Mendoza y provincia de Buenos Aires.
Chilenos en la Patagonia, relacionados con tareas de esquila, en el Valle del Río Negro con la recolección de frutas, en la Patagonia austral con la explotación del petróleo y la construcción.
La excepción la constituyeron los uruguayos, que se concentraron en grandes ciudades, en tareas relacionadas con los servicios.
40Es decir que en el proceso hay áreas que tradicionalmente tenían mayor peso relativo de población limítrofe. Dentro de los empobrecidos NOA y NEA, la presencia de bolivianos y paraguayos, era y continúa siendo, un fenómeno muy habitual. Lo mismo ocurre, aunque en menor medida, con la Patagonia respecto de los chilenos.
41Tras una primera radicación “regional”, muchos de estos inmigrantes limítrofes se desplazaban internamente hacia el Gran Buenos Aires o grandes ciudades de la región pampeana (Rosario, Córdoba, Mar del Plata). Las crisis que comienzan a experimentar las economías regionales a partir de la década del sesenta (crack algodonero en Chaco, crisis del azúcar en Tucumán, cupificación de la yerba y crisis tabacalera en el NEA) aceleran este proceso, haciendo que los extranjeros limítrofes adopten los mismos patrones migratorios de los nativos del NOA y NEA. Esto incrementa el impacto de los inmigrantes limítrofes en las mayores áreas urbanas de la región pampeana.
42Coincidimos con Benencia (1997) en que esta migración espontánea o voluntaria no es sinónimo de “migración anárquica”. Se trata de una migración planeada en el seno de las familias, desde la racionalidad de los pobres y dentro del esquema de estrategias de supervivencia. En ella, por lo general, una parte de la familia emigra y otra permanece en el país expulsor. Los que migran envían remesas de dinero y contribuyen a sostener a sus familias en el lugar de origen, De este modo las familias intentan resolver el problema del desempleo desde su ángulo más costoso: la emigración.
43El tradicional mecanismo de las cadenas y senderos migratorios los lleva a radicarse en la periferia urbana y a ocupar nichos del mercado laboral habitualmente desechados por los argentinos nativos.
44Existen, sin embargo, diferencias apreciables según el país de origen en lo que respecta al nivel educativo, tipo de ocupación, rama de actividad y magnitud. Por ejemplo:
Los uruguayos tienen mayor nivel educativo que los restantes inmigrantes limítrofes; sus ocupaciones revelan mayor presencia en actividades terciarias, de tipo administrativo y en el comercio.
Los paraguayos se distribuyen, según sexo, entre el servicio doméstico para las mujeres y la construcción particular, en pequeñas obras, entre los varones.
Los bolivianos varones trabajan fundamentalmente en la construcción, pero en obras grandes, y las mujeres se reparten entre servicio doméstico, costura (con características de trabajo familiar a destajo) y comercio, fundamentalmente en las ferias y mercados de frutas y hortalizas.
Los chilenos son escasos en los grandes aglomerados urbanos y su presencia en la economía regional de la Patagonia está en retroceso.
45En 1991 las provincias con mayor proporción de población limítrofe eran las patagónicas y Formosa (ver mapa 3). En el escalón siguiente se situaba otra provincia del NEA (Misiones), dos del NOA (Salta y Jujuy), la cabecera de Cuyo (Mendoza) y la provincia y ciudad de Buenos Aires. La proporción de limítrofes en el resto del país era menor al 1%.
46En los casos de la Patagonia y Buenos Aires esta radicación se vincula con condiciones favorables en lo que respecta a la riqueza teóricamente disponible. Sin embargo considerando la presencia de extranjeros limítrofes en el NOA y NEA, ambas regiones con bajos índices de PBG per cápita, podemos confirmar el carácter “regional” de parte de estos movimientos y la inserción marginal de gran parte de estos inmigrantes en la sociedad argentina.
47Por lo anteriormente expuesto consideramos que históricamente la radicación de inmigrantes limítrofes en la Argentina obedeció a factores estructurales (diferencias de desarrollo entre los países), pero, durante la década del noventa, también se agregaron razones coyunturales.
48La sobrevaluación del signo monetario argentino durante el período de convertibilidad instaurado por Menem-Cavallo fue un incentivo importante para la radicación de inmigrantes limítrofes. El mecanismo migratorio se basa, en gran medida, en cadenas preexistentes desde las décadas de 1960 y 1970 que fueron re-dinamizadas.
49En general se instalan al principio los jefes de hogar, en algunos casos con la idea de formar un pequeño capital y retornar a sus países de origen o, en otros, para efectuar remesas periódicas a sus familiares en Bolivia, Perú o Paraguay, principalmente.
50Tradicionalmente estas migraciones “golondrina” terminaban convirtiéndose en definitivas cuando se establecían lazos afectivos, mayor vinculación con la sociedad receptora y se lograba la instalación de familias y colonias completas.
51El incremento coyuntural de población limítrofe durante los noventa ha sido utilizado para estigmatizarlos, adjudicándoles responsabilidad en los crecientes problemas de la desocupación e inseguridad en la Argentina. Sin embargo esta utilización política del tema no se corresponde con la realidad, ya que diversos estudios han demostrado que el problema del desempleo en los noventa está vinculado con la privatización de empresas, el achicamiento del Estado y el perpetuo proceso de ajuste que llevaron a una virtual implosión de la economía argentina. (Lindemboim, 1995; Marshall, 1995; Palomino y Schvarzer, 1996). Se ha comprobado que la influencia de los inmigrantes limítrofes sobre la desocupación es irrelevante (Maguid, 1995). Con respecto a la inseguridad, más allá de la impresión que pueda brindarse por parte de los partidarios de la “mano dura” y la prensa amarillista, la tasa de hechos delictivos es sensiblemente menor en los inmigrantes que entre los argentinos nativos.
52La brusca devaluación practicada en el primer trimestre de 2002 implicó el retorno de parte de estos inmigrantes limítrofes “coyunturales” que, durante la década del noventa y mediante un fuerte subconsumo, lograban un pequeño excedente en divisas.
53Es probable que si el Censo de noviembre de 2001 se hubiera realizado tan sólo dos meses después (luego de la caída de De la Rua y la fuerte devaluación del signo monetario argentino), los guarismos de población total hubieran sido menores aún.
54Si bien hoy todavía persisten diferencias estructurales de desarrollo entre Argentina y países como Bolivia, Perú o Paraguay, no es extraño encontrar una incipiente colonia de argentinos en Brasil e, inclusive en países como Uruguay o Chile.
55El telón de fondo es que los gobiernos de estos países tratan de “diferenciarse” de la estrepitosa caída Argentina para intentar obtener un trato diferente por parte del Fondo Monetario Internacional o el ingreso a un bloque económico más cercano al “primer mundo” como el ALCA, poniendo en serio peligro la continuidad del MERCOSUR.
56Las nuevas condiciones generadas por el abandono del “Plan de Convertibilidad” abren nuevos interrogantes respecto de la futura dinámica económica y demográfica de la Argentina.
57Existe un incipiente proceso de migración de retorno. Esto es producto de la combinación de la acumulación de experiencias negativas por parte de argentinos que han intentado residir en el exterior, como por la posibilidad de recuperación parcial de la economía argentina que, tras la brusca devaluación, se ve obligada a sustituir importaciones, aumentando su competitividad en ciertos sectores (particularmente el turismo).
58También parece haber una atenuación de los flujos limítrofes (tanto de ingreso como de egreso). Por un lado los “consolidados” no se arriesgan a regresar a sus países de origen, por el otro los que tendrían expectativas de venir postergan su decisión a menos que cuenten con nexos claros para mejorar sus posibilidades de inserción.
59Con respecto a los movimientos internos, la dinámica nacional con tasa de crecimiento migratorio negativo (–2,5 por mil durante el último período intercensal 1991-2001) se trasladó, en gran medida, al conjunto de las regiones y provincias.
60Aplicando la misma ecuación demográfica para el período intercensal 1991-2001 se observa que solamente 8 provincias tuvieron saldo migratorio positivo, en tanto las 16 restantes expulsaron población. De estas 16 provincias expulsoras, entre las cuales se encuentran provincias patagónicas tradicionalmente receptoras, 9 lo hicieron con una tasa superior al promedio nacional (2,5 por mil).
Conclusiones
61La Argentina es un país contradictorio. Una tradición de recepción de población, asimilación y apertura cultural puede ser reemplazada bastante rápidamente por otra de expulsión de población e incipiente xenofobia cuando la coyuntura (¿o la estructura?) socio-económica llega a cierto nivel de deterioro.
62La fragmentación social que sufre nuestro país desde fines de la década del setenta tiene carácter estructural por la aplicación acrítica de sucesivos planes de ajuste en el marco del denominado “Consenso de Washington”. El Plan de Convertibilidad aplicado durante los noventa implicó una coyuntura inédita por constituir una “isla” de modernidad en la deprimida región latinoamericana. La burbuja, sin embargo, terminó explotando y, tras una fuerte crisis inicial durante el 2002, se presenta un escenario que podría permitir otras posibilidades.
63Como la dinámica demográfica no sólo tiene que ver con condiciones objetivas, sino también con expectativas, las definiciones que puedan tomarse en la Argentina a partir de mayo de 2003 pueden resultar cruciales para que nuestro país brinde posibilidades que le permitan recuperar parte de sus exiliados económicos y pueda retomar su tradición de “puertas abiertas” para una efectiva inserción, más digna que la actual, en el contexto del MERCOSUR y de un nuevo orden que no asuma (o nos quiera hacer asumir) que la actual “globalización” es la única vía posible.
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