Se denomina migración a todo desplazamiento de la población (humana o animal) que se produce desde un lugar de origen a otro de destino y lleva consigo un cambio de la residencia habitual en el caso de las personas o del hábitat en el caso de las especies animales migratorias. De acuerdo con lo anterior existirán dos tipos de migraciones: migraciones humanas y animales. Las migraciones de seres humanos se estudian tanto por la Demografía como por la Geografía de la población.
Teorías migratorias
Tipos de teorías
Las migraciones han sido analizadas desde el punto de vista de distintas disciplinas académicas, existiendo hoy un conjunto de teorías altamente especializadas sobre las mismas. Lamentablemente, esta especialización no siempre ha ido en provecho del diálogo interdisciplinario y una visión más holístisca del proceso migratorio. En particular, los enfoques económicos, con su aplicación de modelos fuertemente sofisticados y formalizados matemáticamente, han tendido a crear un campo de estudios prácticamente separado del resto de las otras disciplinas.
A pesar de esta diversificación y especialización se pueden establecer ciertos parámetros para agrupar los distintos enfoques en uso. Una forma simple de clasificar estos enfoques es atendiendo al énfasis que se pone en distintos aspectos de los fenómenos migratorios. Así, por ejemplo, hay enfoques que acentúan los así llamados “factores de expulsión” (push factors en la terminología académica) que empujan a los migrantes a dejar sus respectivas regiones o países (guerras, dificultades económicas, persecuciones religiosas, desastres medioambientales, etc.). Por otra parte, están los enfoques que acentúan los “factores de atracción” (pull factors) que llaman a los migrantes hacia determinadas regiones o países (mejores salarios, democracia, paz, acceso a la tierra y condiciones favorables de vida en general).
Otra forma de agrupar los diversos enfoques, que aquí se seguirá, es prestando atención al nivel del análisis ofrecido. Así por ejemplo, tenemos análisis que enfocan prioritariamente los aspectos agregados o estructurales (niveles comparativos de desarrollo, estándares de vida, condiciones demográficas, grandes cambios socioculturales, las tecnologías de la comunicación y el transporte, etc.) y que por ello pueden ser llamadas explicaciones o enfoque “macro”. Estas fueron las primeras teorías sobre el fenómeno migratorio y su fuerza explicativa es notable a un nivel general. Sin embargo, la decisión de migrar ni involucra a todos los que se ven afectados por los mismos factores macro ni se puede deducir de manera axiomática de ciertas disparidades estructurales. Por ello que otros enfoques han tratado de entender la decisión misma de migrar a un nivel individual o del entorno humano que directamente la influencia. Estamos por ello frente a enfoques que pueden ser llamados “micro” u orientados a entender el por qué de la decisión particular de migrar. Sin embargo, durante las últimas décadas se ha venido poniendo mayor interés en el nivel intermedio, o mediador entre las condiciones estructurales y las decisiones individuales, que por ello podemos llamar perspectiva “meso”. Se trata de entender fundamentalmente las redes sociales y las organizaciones e instituciones concretas que posibilitan la migración. Las redes o cadenas migratorias han sido, en especial, un foco de gran interés dentro de esta perspectiva meso.También las organizaciones de carácter criminal han sido estudiadas a este nivel.
A continuación se darán ejemplos de estos tres tipos de enfoques, macro, micro y meso, tratando de esta manera de entender los aportes que cada uno de ellos hace, a su manera, a la comprensión de las migraciones.
Enfoque demográfico
El enfoque demográfico es característico de este nivel de análisis, poniendo el acento sobre las disparidades en cuanto al desarrollo poblacional entre diversas regiones y países. Esta es, sin duda, la base de todo análisis serio de los fenómenos migratorios que alcanza una importancia cuantitativa ya que nos da una visión general sobre la existencia de un potencial o de una demanda migratoria. Esto se relaciona, en general, con la fase en que diversas zonas del mundo se encuentran en la así llamada “transición demográfica”, es decir, en los cambios en la relación entre la tasa de natalidad y de mortalidad que explican la gran expansión demográfica de los últimos dos siglos. En este sentido, las sociedades europeas han entrado en una fase pos transición demográfica, en que esta tiende incluso a revertirse en el sentido de que la tasa de mortalidad supera a la de natalidad, generando por ello un decrecimiento poblacional. El contraste más palpable con esta situación la encontramos en el continente africano, donde el diferencial entre natalidad y mortalidad es, a pesar de las altas tasas de mortalidad, muy grande, dando origen a un extraordinario incremento poblacional. Así por ejemplo, entre 2010 y 2050 la Comisión de Naciones Unidas para la Población pronostica una caída en la población en edad activa (15 a 64 años) europea de un 20% (de 500 a 398 millones) mientras que la africana más que se duplicaría (de 581 a 1.310 millones).6 Estas diferencias tan evidentes le dan de por sí una posición mucho más competitiva en su mercado de trabajo a la población en edad activa que se encuentra en Europa respecto de aquella que se encuentra en África. Esto debe, por supuesto, combinarse con la disposición de recursos naturales y el nivel de desarrollo alcanzado para poder calibrar con mayor exactitud el significado de las disparidades demográficas existentes.
Enfoque sociológico
Un enfoque sociológico a nivel macro es aquel que acostumbra llamarse “paradigma de la modernización”, que asocia las migraciones con procesos de cambio socioculturales que predisponen a aumentar la movilidad humana. Se pasaría así de una situación de mayor sedentariedad y fuerte adscripción al entorno local, propia de una “sociedad tradicional”, a una situación de alta movilidad y adscripciones difusas a distintos niveles, propia de una “sociedad moderna”. Estos cambios potenciarían primero las migraciones internas y, en particular, el proceso de urbanización, para luego pasar a una fase de migraciones de más largo alcance incluyendo las internacionales.
Enfoque económico
A nivel económico, la economía ortodoxa o “economía neoclásica” ha acentuado las diversas dotaciones de factores productivos (recursos naturales, trabajo, capital, etc.) en diversas áreas y países, lo que da una retribución económica diferente al uso de esos factores.7 En el caso de las migraciones la abundancia de fuerza de trabajo en relación a otros factores productivos potenciaría la emigración debido a los bajos salarios de un trabajo superabundante. Por su parte, regiones con, por ejemplo, mucho capital o tierra en relación a la población activa disponible tenderían a generar unos ingresos más altos al trabajo y ser, por ello, atractivos como lugares de inmigración. Este sería el caso típico de Estados Unidos en el siglo XIX, con mucha tierra accesible y poca población, respecto de una Europa con poca tierra en relación a su población. Lo mismo ocurriría hoy entre las regiones más desarrolladas con mucho capital y relativamente pocos trabajadores respecto de muchas áreas menos desarrolladas que muestran la situación inversa. En buenas cuentas, los flujos migratorios, así como otros flujos económicos, tenderían a crear una situación de mayor equilibrio en la dotación y remuneración de los factores productivos a nivel global. Este equilibrio implicaría un mejor uso de los mismos, generando grandes ventajas globales y abriendo oportunidades sustanciales de mejoramiento de las condiciones de trabajo y de vida de los migrantes en relación a su situación en el país de origen, si bien las mismas pueden parecer desventajosas en comparación con las condiciones imperantes entre los trabajadores y las población de los países de acogida. Esta perspectiva macroeconómica enfatiza también las trabas a la inmigración provenientes de las organizaciones de los trabajadores de los países más desarrollados que verían debilitado su poder de negociación y por ende sus ascensos salariales al aumentar la cantidad de mano de obra ofertada en su mercado de trabajo. Este es un típico ejemplo de lo que se conoce como conflicto entre los “insiders” (grupos que están ya adentro) y los “outsiders” (nuevos grupos que presionan por entrar en un mercado de trabajo más favorable).
Desde un punto de vista dinámico la economía ortodoxa ha elaborado una serie de teorías acerca de las relaciones entre migración, pobreza y desarrollo.8 Se parte de una relación inversa entre pobreza y migraciones de mediano y, en especial, migraciones internacionales de largo alcance. Este tipo de migraciones son, habitualmente, muy costosas en relación a los recursos disponibles por los sectores más pobres de la población mundial. Esto es lo que se conoce como “trampa de la pobreza” que dificulta o impide que aquellos que más tendrían que ganar migrando no puedan afrontar la inversión que ello supone. Los que normalmente migran no son, según esta perspectiva, los más pobres sino sectores medios o relativamente privilegiados de sociedad en desarrollo. Es por ello que se habla de una “autoselección” social y educacionalmente positiva de los emigrantes respecto del total de la población del país de origen. Esto mismo explica el hecho de que la emigración tienda a crecer, contrariamente a lo que habitualmente se cree, cuando se inicia un proceso exitoso de desarrollo ya que el mismo abre posibilidades para que más y más personas puedan invertir en la migración hacia países donde su “capital humano” sería aún más rentable. Esta emigración viene a su vez a potenciar, por medio de las remesas, el desarrollo del país de origen, generándose así un “círculo virtuoso” entre desarrollo, emigración y más desarrollo. Cuando el nivel de desarrollo del país de emigración lo acerca al del país de inmigración el flujo tiende a ralentizarse para luego detenerse y, finalmente, invertirse, formando aquello que se ha llamado la “U invertida”. Un ejemplo palpable de este proceso es la emigración española hacia el norte de Europa, que fue fuertemente potenciada por el desarrollo económico español de los años 1960 para luego, en los 70, detenerse e invertirse cuando España alcanzó niveles de bienestar que si bien aún eran inferiores a los del norte europeo no compensaban ya los costes de todo tipo que impone la emigración.
El enfoque económico antagónico al recién expuesto lo proponen diversas escuelas de pensamiento neomarxistas, que acentúan la polarización internacional que vendría a empobrecer crecientemente las así llamadas “periferias” del sistema capitalista mundial, forzando a sus poblaciones a emigrar para subsistir creando de esta manera una especie de “Tercer” o “Cuarto Mundo” migrante que se ofrece por bajos salarios y aceptando condiciones de “sobreexplotación” en los mercados de trabajo del mundo desarrollado. Estas perspectivas tienen su origen en la Escuela o Teoría de la Dependencia, popularizada por autores como André Gunder Frank ya en los años 1960,9 y en la así llamada teoría del sistema-mundo asociada al nombre de Immanuel Wallerstein. De acuerdo a este enfoque estaríamos frente a un círculo vicioso de explotación, empobrecimiento, emigración y mayor empobrecimiento. Esta perspectiva general ha sido complementada por las teorías del “mercado dual” o “segmentado” de trabajo, asociadas a los nombres de Michael Piore, Stephen Castles y Godula Kosak. Para estos autores existen dos tipos de mercados laborales y, de hecho, dos tipos de clases trabajadoras en los países desarrollados: una compuesta fundamentalmente por los autóctonos, que comparten condiciones regulares y aceptables de trabajo, y otra formada por los inmigrantes, en particular aquellos en diversas situaciones de irregularidad, que carecen de condiciones seguras y dignas de trabajo.
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